añado la carta que he escrito en español para la asignatura de escritura

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paula 2023-12-15 10:50:12 +01:00
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Zoraida,
Tengo la sensación de que hace muchísimo tiempo que nuestra correspondencia está motivada por la necesidad, y no realmente por la inspiración. Antes me contabas con todo lujo de detalle, esos sentimientos de nostalgia o de soledad que te llevaban a trabajar en las fotografías. ¿Sigues haciendo fotografías, o simplemente no me hablas de ellas porque también han dejado de decirte algo a ti?
A veces la soledad inspira porque al buscar compañía en el espacio vacío, la imaginación nos cuenta cosas. Puedes hablarme de ello, también. Yo solía habitar ese espacio de inspiración, hace tiempo. En una ocasión rajé por completo un lienzo casi acabado, y me di cuenta, con la tela de algodón despeluzada entre las manos, que solo gritaba pidiendo un saludo de vuelta. Claro que, tras aquello, sentí que no era la reacción que una puede tener, ya lo sabes: tenemos que cuidarnos y cuidar, incluso a lo que una vuelca sobre el lienzo.
Te recordé porque salí a buscar inspiración con la cámara. Hay algo del sonido mecánico del espejo de la cámara que me relaja. Me quedaban dos fotos en el carrete que ya había puesto y dediqué una tarde a pensar qué hacer con ello, puede que ni siquiera se viese bienal final, pero daba igual. De algún modo, hasta que los llevase a revelar tenían entidad propia, ¿sabes? Supongo que me entiendes. Al final tomé las dos fotos al balcón y coloqué un carrete nuevo para salir al siguiente día, todo para hacer cuatro fotos. Bien podría haber pensado mejor las dos que quería. En ocasiones pienso que lo que quiero capturar no se habrá capturado y llevo la libreta para abocetarlo rápidamente, aunque sé que a ti no te gustaría. Tú me dirías “lo que salga salió, la foto ya no te pertenece cuando termina el click”.
Cuando salí, en ese paseo había muchas más fotos, no había cuatro, pero yo elegí cuatro. No eran ni mejor ni peor, pero me abruman muchas escenas. No, ni siquiera escenas de personas, no hablo de eso. Lo que me abruma es que está ahí, que habita ese momento conmigo, y de pronto lo veo y pienso que la foto o el boceto mancharían el instante. Me gustaría plasmar instantes, guardarlos en un pequeño tarro, pero no como una prisión: me refiero a guardarlos para luego, algo así como pedirles que me acompañen. Así veo de pronto una hoja que justo está acaparando un rayito de tarde de invierno, como si fuera el foco de un teatro, y pienso “¿bailarías conmigo luego?”, o “¿tomamos un té esta noche?”, porque además las veo en el Albaycín y pienso que querrán ir por el barrio. Los budistas no tocan lo que ya está ahí, no cogerían una flor para dártela. Te hablan de esa flor, indirectamente y con un cuento. Pues mi sentimiento es justo lo contrario, como están me parece hermoso, pero no quiero ser sutil con su existencia, quiero gritarlo, tomarlo prestado también. Me gustaría ser budista, pero no creo que así pudiera, ¿te imaginas?
No, tranquila, no lo grito de verdad. No me puse a gritarle a esa hoja en un escenario improvisado. Ni le aplaudí. Pensé en la foto que saldría, y no tomé la foto, solo seguí el camino que tenía en mente. Si fotografié la Alhambra, pero del mismo modo que (tengo la sensación) ha sido el ritmo de nuestra correspondencia: por obligación. Me veía delante de ella, opulenta y rojiza, desprendiendo auras de sol y oriente, acogida por una ciudad recogida y casi sentía que se ofendería si no le tomaba una foto. Tampoco la tomé a regañadientes, nunca se toma una foto a regañadientes, lo hablamos un día. Si mientras prepararas la foto se te tuerce la boca o se te arruga la nariz, no tienes que pulsar.
Seguí caminando y como era por el castillo de Santa Elena había olivos y más abajo naranjos y lavanda. Me sorprende bastante el cuidado de las plantas de los espacios públicos. Olía a aceite y a perfume, y también quería atraparlo. No pude evitar coger una oliva y rajarla con las uñas (son rosadas por dentro) aunque sabía que esa no debía comerla. También apreté entre los dedos la lavanda y me olí la mano después. Supongo que allí donde estás añorarás la lavanda, porque recuerdo que te gustaba llevarla, incluso en el pelo. Somos hijas de aquí y por eso no me preocupa que te hayas ido a estar rodeada de nieve, fotografiando nieve, blanco, hielo. Pero te falta la otra mitad, el blanco del ladrillo y las plantas entre las losetas. Me pasaste fotos de tu nuevo hogar y aunque es precioso, pareciera que esconde sus cosas. Quiero decir, en mi paseo todo me gritaba en su propio lenguaje, y a mí me abrumaba. Pero en esos paisajes que me envías, adjuntos cuidadosamente en tus cartas escuetas, me imagino pegando el oído y la cara a la nieve hasta quemarme para escuchar un susurro. ¿Es por eso que tus palabras suenan mucho más lejanas?
Espero que nos veamos pronto, y a ser posible que sea disfrutando de la mitad que te falta como hija de Granada. Que tu soledad no pese tanto que te haga soltar la cámara, sigue preguntando. Yo seguiré escribiendo.
Alien